Cerca de 100.000 viviendas quedan libres cada año por el fallecimiento de su propietario. Sin embargo, “heredar una propiedad no siempre es una buena noticia”. O de otro modo, los pisos de herencias pueden ser una carga para la familia pero un chollo para comprar.
Y no es una buena noticia porque al pago de impuestos correspondientes, es necesario sumar cada año el pago del IBI, las tasas de basura, los gastos de comunidad o los suministros. Todo ello va haciendo mella en la relación entre los herederos. Y así ocurre que no siempre todos quieren vender, ni tienen la misma prisa, ni valoran la propiedad por igual.
Los herederos no suelen poner este tipo de viviendas a la venta de inmediato. En todo caso, estos inmuebles no son fáciles de encontrar, no se anuncian siempre como tales. Pero, según Duque, una vez identificados estos suelen salir al mercado por un precio entre un 10% y un 20% por debajo del mercado.
Y es que entre los familiares surgen con el tiempo diferencias de criterio. “Por esta razón”, “es muy frecuente que llegado el momento de sacar la propiedad al mercado, los propietarios deseen realizar una venta rápida que resuelva los problemas familiares”.
Una de las ventajas más habituales de las viviendas a la venta que proceden de una herencia es que suelen estar ubicadas en zonas consolidadas de cualquier ciudad o pueblo. Lo cual garantiza al inversor la revalorización de su adquisición.
En un punto intermedio, destaca el hecho de que generalmente son viviendas que necesitan una reforma integral. Esta cuestión, que anima aún más a los herederos a vender, es una importante ventaja para el comprador. Para este supone la posibilidad de comprar una vivienda en el centro de una población, y adaptarla a sus gustos o necesidades.
La desventaja es que pueden encontrarse algunas veces en edificios antiguos, mal mantenidos o sin ascensor, lo cual dificultará una futura venta o alquiler del mismo.