Conocimos el domingo que los bancos españoles han aprobado las exigencias europeas –los test de estrés del BCE–. Ha ello ha contribuido que sus activos inmobiliarios ya no estuvieran en sus balances. Para eso se creó la Sareb, el banco malo, que se quedó con los activos tóxicos de las entidades financieras. Y es la Sareb quien se ha dedicado a vender todos esos inmuebles. De momento, hasta septiembre, ha vendido 10.900 inmuebles, unos 40 al día.
Según ha explicado en el Senado Belén Romana, presidenta de la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), este ritmo está por encima de sus previsiones. Durante su comparecencia, Romana ha confirmado su intención de amortizar este año 3.000 millones de euros de su deuda, un 50% más que el año pasado.
En su primer año y medio de vida, la Sareb ha amortizado más de 3.600 millones de euros, el 7% del total de deuda emitida, y en intereses ha pagado 1.636 millones de euros. Hasta junio, la Sareb obtuvo unos ingresos de 1.696 millones de euros, con lo que el resultado bruto de explotación (ebitda) se elevó a 429 millones de euros. Romana ha destacado que esta «fortaleza en la generación de caja» ha permitido a la entidad pagar unos 100 millones de euros al mes a las entidades que le transfirieron los activos.
La presidenta de la Sareb considera que la entidad ha contribuido «modestamente» al éxito con el que las entidades financieras españolas han superado las pruebas de solvencia del BCE y la Autoridad Bancaria Europea (ABE). En ese sentido, ha recordado que adquiriendo activos tóxicos de las entidades financieras estos se han eliminado de sus balances, por lo que han podido someterse a los exámenes del BCE y la ABE en mejores condiciones.
Belén Romana ha indicado también que la labor comercial de la Sareb, que se puso en marcha inmediatamente después de su creación y a buen ritmo, ha permitido cumplir su mandato, que era «vender y vender», y dinamizar el mercado inmobiliario español. Este se encontraba estancado, ha dicho, y la Sareb ha sido un elemento fundamental para cambiar la percepción de los inversores, que volvieron a ver el sector inmobiliario español como un lugar en el que había que estar.